sábado, 1 de diciembre de 2012

Actitudes para un consumo racional de la televisión.


  • Hace años los niños se dedicaban a jugar en el parque, en las calles de los pueblo, a la peonza, parchis, las cartas, indios y vaqueros pero en la actualidad todos estas actitudes han cambiado. Con el paso del tiempo todos y cada uno de los más pequeños ahora solo juegan con la play con los ordenadores o simplemente se pasan las horas muertas pegadas a los televisores y muchos de los padres de hoy en día lo hacen así dejan a sus hijos frente al televisor sin importarles lo programas basura o que lo que ven puede llegar a dañar su desarrollo .

  • Por tanto, las actitudes que debemos desarrollar para que los niños tengan un considerable desarrollo, debemos elaborar una tabla con una serie de deberes en la que favorezca en su desarrollo como los deberes del colegio, quitar la mesa, ponerla, recoger la habitación, y una vez que hayan cumplido con sus deberes estos recibirán su premio con media hora e incluso una hora de televisión controlando los padres los programas de televisión usando los canales de dibujos animados como boing, clan..etcétera. Y los dibujos animados que pueden ver son Dora la exploradora, Bob esponja, y algunos otros.


  • Otro de las actitudes  que se pueden elaborar para mejorar el desarrollo o para no perjudicarlo, debemos empezar por controlar mas lo que sale por la caja tonta, es decir, respetar los horarios de emisión de contenido infantil, y además en cuanto a nosotros mismo deberíamos poner en marcha mecanismos internos que nos permitan dedicar nuestra vida varias horas al día a algo mas sano que no sea estar pegado al televisor. Podemos invertir ese tiempo a otras actividades más positivas que facilitan el aprendizaje necesario para su desarrollo personal e intelectual, o incluso intentar conectar con el niño, hablando con el de los temas y programas que le gusten. No desprestigiar por sistema lo que le gusta no valorar sus gustos como infantiles o negativos sino analizar con el qué es lo que le aporta el programa o programas cuestionados y que es lo que estamos dejando de hacer en ese momento. No debe ser un rechazo total a la televisión, se trata de que sean críticos de una forma autosuficiente y sobre todo responsable; en la televisión hay demasiadas dosis de violencia y sexo malentendido que deben aprender a que eso no debe ser reflejo de la sociedad que vivimos y sobre todo aprender a rechazar de pleno la violencia en cualquiera de sus aspectos. Debemos comentar con ello/as las escenas que hayamos visto y le hayan impresionado, haciéndole ver la verdadera causa de su aparición y la necesidad de mirarlas críticamente, si los niños o jóvenes presentan interés por algún tema específico de los contenidos televisivos (programas deportivos, documentales geográficos o de animales, programas de cine, de bricolaje…) les aportaremos fuentes de información alternativas complementarias a la televisión para que cultiven esa afición: revistas, periódicos, libros…




  • Ya que asusta pensar que los niños de entre 4 y 12 años pasan más horas viendo televisión y jugando con videoconsolas e Internet que asistiendo a sus escuelas.
  • Desde luego, esta larga exposición infantil a los contenidos televisivos y de otros medios no es inocua y, tengan o no consecuencias directas en los comportamientos individuales, parece claro que inciden en la formación de valores y maneras de pensar. Admitida esta premisa, la cuestión que se plantea es si realmente deseamos que los niños de esas edades, ciertamente influenciables, se “eduquen” viendo televisión.
  • El citado informe señala que algunos contenidos audiovisuales suponen un peligro potencial sea cual sea su influencia en la formación del telespectador y recuerda que el consumo, creciente y abusivo, junto a la falta de formación, predisponen a un impacto negativo. Se expone, asimismo, que el consumo infantil de televisión es extenso e intenso y, generalmente, sin control familiar. Sería fácil concluir que las familias son las únicas responsables de esta situación, pero aunque su participación es incuestionable, el libro blanco señala que no podrán asumir sus responsabilidades si carecen de información adecuada sobre estos fenómenos y, especialmente, si el sistema mediático no se hace también responsable del esfuerzo de protección de la infancia. Se plantea, en suma, la necesidad de romper el divorcio, cuando no la contradicción, que hoy existe entre medios audiovisuales y educación.



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